La final, disputada en el Olímpico de Roma, fue jugada por segunda vez consecutiva por Argentina y Alemania Federal, en lo que fue una revancha de lo sucedido en 1986. El delantero Claudio Caniggia estaba suspendido para dicha final luego de recibir una tarjeta amarilla en la semifinal contra Italia. El 22 de marzo, Argentina enfrentó a Venezuela en su primer encuentro por fecha FIFA en el Wanda Metropolitano de la ciudad de Madrid, España, donde el equipo cayó por un sorpresivo 1 a 3. El elenco gaucho mostró una tenue mejoría cuatro días más tarde al medirse con Marruecos, consiguiendo derrotar en condición de visitante a la escuadra africana por un ajustado 1 a 0 en el Estadio de Tánger con una formación alternativa.